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Entre 1916 y 1930 Europa sufrió una epidemia que afectó, al menos, a medio millón de personas y que luego se extendió por todo el mundo. Conocida como encefalitis letárgica dejaba en un estado quasicomatoso a quien la sufría, a veces durante años. La causa sigue siendo un misterio hoy en día.

Eran los últimos meses de 1916. La Primera Guerra Mundial iba a entrar en su cuarto año. Ese invierno iba a ser conocido como “el invierno de los nabos alemán”. La cosecha de patata, un elemento esencial en la dieta de centroeuropa, se había arruinado y en el mercado se sustituyó por el nabo, de mucho menor aporte calórico. La situación para la población de Austria y Alemania era desesperada y el hambre se veía en cada esquina. El historiador John H. Morrow describe una escena dantesca: «En cierta ocasión en Berlín, cayó al suelo un caballo aquejado de inanición, y al instante surgió de los apartamentos una horda de mujeres armadas con cuchillos de cocina que, a gritos y empellones, dejaron al animal en el esqueleto, y aun recogieron con tazas la sangre que derramaba». Con temperaturas que alcanzaban los 30 grados bajo cero, hubo mujeres que murieron en las colas esperando la exigua ración diaria o ante las listas de fallecidos en el frente.

Esta era la situación cuando apareció en Viena una nueva enfermedad, que rápidamente se extendió por todo el mundo en los tres años siguientes. Al parecer ya se habían dado casos en el invierno anterior, pero el caos provocado por el sangriento conflicto bélico no impidió que se tuviera conciencia de ello.

Cuando el neurólogo austríaco Constantin von Economo descubrió que el cerebro de todos los pacientes fallecidos tenían dañada la sustancia negra del mesencéfalo, se hizo evidente de que se estaba ante una nueva y extraña enfermedad. Von Economo describió detalladamente sus síntomas, patología e histología, que empezó a conocerse como la enfermedad de Von Economo. El neurólogo publicó sus hallazgos en un artículo de 1917 con el título «Die Encephalitis lethargica», y así se conoce hoy la enfermedad: encefalitis letárgica. Así la describió: “Estamos lidiando con un tipo de enfermedad del sueño que tiene un curso prolongado inusual.

Los primeros síntomas suelen ser agudos, con dolor de cabeza y malestar general. Luego aparece un estado de somnolencia, a menudo asociado con delirios de los que el paciente puede despertarse fácilmente. El paciente sabe cómo dar respuestas relevantes y comprende la situación. Esta somnolencia delirante puede conducir a la muerte rápidamente o en el transcurso de unas pocas semanas. Por otro lado, la enfermedad puede persistir sin cambios durante semanas, o incluso meses, con períodos que duran desde un día o incluso más hasta fluctuaciones profundas en un estado de inconsciencia, que se extiende desde la somnolencia simple hasta el coma profundo”. Era una enfermedad que afectaba principalmente a los jóvenes y provocaba conductas violentas en los niños, dejaba incapaces de moverse a los afectados, a los que mantenía en un estado de sonmnolencia que duraba años y décadas.

Dormidos, pero conscientes, durante décadas

Los que sobrevivían parecieron recuperarse por completo y regresaron a sus vidas normales. Sin embargo, la mayoría desarrolló a la larga trastornos neurológicos o psiquiátricos, a menudo después de años de una salud aparentemente perfecta. Unas veces estos trastornos avanzaban rápidamente, provocando una discapacidad profunda o la muerte; en otras lo hacía muy lentamente, y se mantenían enfermos durante años o décadas; y en ocasiones, después del ataque inicial, remitía y desaparecía. Todo era muy extraño: no era un coma y tampoco un sueño, puesto que el enfermo se enteraba de lo que sucedía a su alrededor. Popularmente se la conoció como la enfermedad del sueño, porque entraban en un estado de mínima consciencia. Muchos de los que despertaron -y los últimos lo hicieron en los años 60- la enfermedad les dejó secuelas que recuerdan al párkinson.

En dos años la enfermedad se extendió por todo el mundo; para 1919 ya había llegado a Estados Unidos, Centroamérica y la India, compartiendo mesa y mantel con la gran pandemia que asolaba el mundo, la tristemente famosa gripe española. En este caso lo único que se podía hacer era acompañar al paciente y darle de comer.

Y en 1928 la enfermedad desapareció; se fue tal y como vino, dejando tras de sí un millón de muertos y varios millones de personas afectadas. El neurólogo Oliver Sacks narró la historia de varios pacientes postencefalíticos del Hospital Beth Abraham en el Bronx, Nueva York, en su libro Despertares. Sacks los describía como personas despiertas pero no completamente conscientes: “Se sentaban inmóviles y sin palabras, todo el día en sus sillas, careciendo totalmente de energía, ímpetu, iniciativa, motivación, apetito, afecto o deseo; […] eran tan insustanciales como los fantasmas y tan pasivos como los zombies”

A día de hoy no sabemos cómo apareció ni qué la causó.

Referencia: Berger J.R., Vilensky J.A. (2014) Encephalitis lethargica (von Economo’s encephalitis). Handb Clin Neurol. 123:745-61. doi: 10.1016/B978-0-444-53488-0.00036-5.

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