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En Cúcuta, Colombia, ésta es la Casa de Dios. Se trata del albergue de paso de “La Divina Providencia”, un lugar que en tiempos de la mayor crisis migratoria del continente es lo más parecido a un oasis o un paraíso terrenal para miles de refugiados y emigrantes venezolanos.

Aquí, todos los días, a doble turno, se forman largas filas de venezolanos que huyen de su país y otros que cruzan la frontera sólo para comer. En ambos casos, son víctimas del hambre y la necesidad.

Se les alimenta, se les da en la mañana una avena, un chocolate, un café con leche o bueno lo que Dios provee y al almuerzo vuelven otra vez y reciben su almuerzo”, explica la voluntaria colombiana Fabiola Ruiz.

El albergue es regentado por la diócesis de Cúcuta. Su mentor y líder es el padre David. Lo apoyan más de 800 colombianos voluntarios.

La casa de paso de los emigrantes empezó con 100 almuerzos. Hoy, distribuye entre 4 mil a 5 mil raciones por día.

Dios nos ha respaldado, Dios nos ha dado el arroz, nos ha dado lo necesario. Desde hace 2 meses el programa mundial de alimentos nos ha apoyado y nos da todo el alimento para nosotros pues preparar los almuerzos, preparar los desayunos y eso ha sido una gran bendición”, dice el padre David Cañas Pérez, regente del albergue La Divina Providencia.

Manos solidarias colombianas y venezolanas preparan los alimentos. En grandes peroles humeantes se cocina con prisa y sin descanso. La dieta es balanceada, nutritiva y muy sabrosa.

El padre David ayuda también en la preparación de los alimentos. Luego, los bendice en nombre de Dios.

Los emigrantes y los que sufren hambre, aplauden.

Y, por supuesto, agradecen.

Es mucho, porque muchas veces no tenemos ni para comer”, dice la venezolana Dayane Marín.

Para Melissa Colina, también venezolana, es “una bendición de Dios para los venezolanos ya que estamos sufriendo de la pobreza”.

Destino adverso el de los venezolanos, los que se van del país y los que deben cruzar la frontera solo para comer, sin rumbo ni futuro.

Como usted ve, en esta casa, nosotros tenemos el pobre, pobre, pobre, el venezolano que tiene tres hijos y la mujer está embarazada. Ellos son los que pasan la frontera, comen y se devuelven”, añade el padre David Cañas Pérez, regente del Albergue La Divina Providencia.

Pero también donde hay tribulación y desesperanza, hay espacio para las sonrisas y la música. Después de todo, los venezolanos son gente cálida y alegre y los compases de ballenatos, merengues y salsas son el mejor postre para sobrellevar el drama que les ha tocado vivir.

Con información de Ricardo Burgos, enviado especial Noticieros Televisa

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