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La mañana de este sábado, el pontífice cumplió una visita relámpago a la sureña localidad italiana de Bari, donde encabezó una inédita jornada de oración y diálogo por la región más caliente del mundo, junto con líderes de iglesias cristianas ortodoxas y orientales.

Al introducir el acto, frente al puerto de la ciudad, Jorge Mario Bergoglio recordó que Medio Oriente es “encrucijada de civilizaciones” y “cuna de las grandes religiones monoteístas”.

“Pero sobre esta espléndida región se ha ido concentrando, especialmente en los últimos años, una densa nube de tinieblas: guerra, violencia y destrucción, ocupaciones y diversas formas de fundamentalismo, migraciones forzosas y abandono, y todo esto en medio del silencio de tantos y la complicidad de muchos”, indicó.

“Oriente Medio se ha vuelto una tierra de gente que deja la propia tierra. Y existe el riesgo de que se extinga la presencia de nuestros hermanos y hermanas en la fe, desfigurando el mismo rostro de la región, porque un Oriente Medio sin cristianos no sería Oriente Medio”, añadió.

Afirmó que los cristianos son “luz del mundo” no sólo cuando todo a su alrededor es radiante, sino también cuando, ante los momentos oscuros de la historia, no se resignan a las tinieblas que todo lo envuelven y alimentan la mecha de la esperanza con el aceite de la oración y del amor.

“La indiferencia mata, y nosotros queremos ser una voz que combate el homicidio de la indiferencia. Queremos dar voz a quien no tiene voz, a quien solo puede tragarse las lágrimas, porque hoy Medio Oriente llora, hoy sufre y calla, mientras otros lo pisotean en busca de poder y riquezas”, apuntó.

La visita del Papa inició con la bienvenida a los líderes cristianos, la mayoría de ellos ortodoxos, como el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé; el papa copto de Alejandría, Teodoro II y el patriarca sirio-ortodoxo de Antioquía, Aphrem II.

Con ellos estuvieron presentes delegados de iglesias orientales católicas y otras comunidades cristianas presentes en aquella región.

Todos juntos, primero veneraron las reliquias de San Nicolás de Bari en la basílica a él dedicada y después recorrieron las calles de la ciudad en un autobús hasta llegar al puerto, donde tuvo lugar la oración pública.

De allí se trasladaron de nuevo a la basílica, donde sostuvieron un encuentro privado y seguido de un almuerzo fraterno.
 

Fuente: Notimex/pmc

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